¿QUÉ ES LA ISQUEMIA EN LAS EXTREMIDADES?

Las arterias son los conductos encargados de “conducir” al riego sanguíneo a todos los órganos desde el corazón. Cuando enferman, la mayoría de las veces es porque se depositan (entre otras cosas) células cargadas de colesterol en el espesor de su pared, de forma que progresivamente se van estrechando y finalmente pueden obstruirse. En tal caso, el órgano que está al final del camino de esa arteria sufre un déficit de oxígeno y nutrientes. Ese déficit es lo que llamamos “isquemia”.

La gravedad de esa isquemia depende de muchos factores, uno de los más importantes es la rapidez con la que se produce la obstrucción. Si la obstrucción se produce de forma muy lenta y progresiva (isquemia crónica), el órgano tiene tiempo de “acostumbrarse” a ese déficit de nutrientes, y el propio organismo desarrolla “arterias suplementarias” (llamadas circulación colateral) que intentan compensar la falta de aporte sanguíneo. En tal caso el paciente puede tener pocos o ningún síntoma, y éstos se desarrollan a lo largo de meses o incluso años.

Sin embargo, si la obstrucción es súbita (isquemia aguda), el organismo no tiene tiempo de compensar la falta de nutrientes con circulación colateral, por lo que los síntomas son mucho más graves, y si no se reestablece pronto la circulación, puede significar la pérdida del órgano o incluso la muerte del paciente.

Una forma muy frecuente de isquemia de arterias periféricas es la que afecta a la circulación arterial de las piernas. Cuando se produce de forma “lenta”, la causa más frecuente es la aterosclerosis, y el síntoma principal es la claudicación intermitente, conocida popularmente como el “síndrome del escaparate”. Consiste en un dolor en la zona del gemelo cuando el paciente camina cierta distancia, y que obliga al paciente a detener la marcha (como si el paciente se estuviese parando a mirar un escaparate) desapareciendo el dolor a los pocos minutos.

En cuanto a la isquemia aguda, la causa más frecuente es distinta: normalmente se origina por un coágulo de sangre que tapona la arteria. Este coágulo puede haberse originado en otro lugar, como el corazón, y viajar por la circulación hasta que se aloja en una arteria de menor tamaño que el propio coágulo, obstruyendo la circulación. En otras ocasiones, el coágulo se forma en la propia arteria, en zonas donde la pared de la misma está dañada, como puede ser una placa de ateroma. De una forma u otra, el paciente presenta de forma súbita un dolor muy severo en la pierna, con frialdad y palidez importantes (figura 1). Si no se soluciona, el paciente progresivamente pierde la sensibilidad y más tarde la movilidad de la pierna. En unas pocas horas (normalmente 5 ó 6 horas) la isquemia puede ser tan severa y tan avanzada, que la pierna sea irrecuperable.

Como se puede deducir, se trata de una patología compleja. No se trata tan sólo de cómo restablecer una circulación adecuada. Hay que tratar la enfermedad de base, identificar los factores de riesgo cardiovascular que influyen y controlarlos, establecer una pauta correcta de ejercicio, fomentar actitudes saludables… El especialista en Angiología y Cirugía Vascular es el que conoce todos los aspectos de esta enfermedad y podrá recomendarle el tratamiento más apropiado, así como la necesidad (o no) de plantear una intervención para restablecer o mejorar la circulación arterial de la extremidad. Estas intervenciones son muy variadas, dependiendo de las arterias que estén implicadas. Muchas de ellas pueden ser realizadas mediante técnicas endovasculares, pero en determinadas ocasiones los resultados son mejores si se combinan con técnicas de cirugía abierta, y en otras la cirugía abierta sola ofrece los mejores resultados. Su Cirujano Vascular podrá informarle y recomendarle el tratamiento (médico y quirúrgico) más apropiado.